Friday, April 25, 2014

Chase y el hombre de marrón (incompleta)

Él iba de marrón, no por casualidad, no porque fuera jueves. Él siempre iba de  marrón, cada día de la semana. Pantalones largos, pantalones cortos,  calcetines y zapatos a juego, camisetas, camisas, jerseys, chaquetas, gorros, guantes y demás vestimenta, absolutamente todo el contenido de su armario era marrón.
El hombre de marrón se acerco al cajero automático y como cada jueves saco 200 euros, para sus gastos. Gastos calculados y planeados desde hace mas de dos años.  Como cada jueves fue a trabajar y como cada jueves a las 12:05 salía del edificio para ir a comprar 2 sandwiches y una ensalada en esa tienda donde ya le conocían bien.
El hombre de marrón siempre miraba hacia adelante, espalda recta, una posición perfecta, era un hombre de buen porte y agraciado, seguramente atraería mas de una mirada deseosa si no fuera por su extravagante indumentaria y sus ojos metálicos, casi robóticos. El hombre de marrón no tenia interés ni prácticamente consciencia de lo que ocurría alrededor suya, era muy consciente sin embargo de su trayecto, 37 pasos, esperar el semáforo 43 segundos , cruzar, girar 90 grados a la derecha.  El trayecto era exacto e idéntico cada día. 

Chase llevaba observando al hombre de marrón desde aproximadamente un mes. Lo primero que le llamó la atención por supuesto fue su indumentaria, después se fijo en que siempre pasaba por su calle aproximadamente a la misma hora (es una pena que Chase no tuviera un reloj o sabría que de hecho pasaba a exactamente la misma hora). Y cada día pasaba una segunda vez en dirección contraria  con una bolsa en la que se intuían un par de sandwiches y esto se repetía cada día. Distinta ropa, mismo color, misma hora, misma bolsa con comida. 
Chase nunca había sido muy constante en su vida, solo ahora que encontraba que en esta esquina la gente era mas generosa con los mendigos que en otras se encontraba en la rutina diaria de despertarse, lavarse un poco en el rio, poco, que había que seguir dando pena y dar un paseo, disfrutar de la ciudad un rato hasta que las ganas de andar se pasan. Entonces Chase vendría a esta esquina, a sentarse y descansar del día tan ocupado y de paso a poner la mano, siempre caía algo, estos días Chase estaba bien alimentado.
Su propia falta de constancia le hacia tener todavía mas curiosidad, de hecho admiración, por el hombre de marrón, esperaba ansioso su aparición diaria. Ya le conocía bien, conocía su ropa de los lunes, la de los martes, miércoles y viernes, la del jueves aun no la podia recordaba perfectamente, pero hoy le echaria un buen vistazo, de arriba a abajo y la recordaría. Chase disfrutaba cerrando los ojos y visualizando al hombre de marrón de la manera en la que aparecería, su forma de andar, y el tiempo  exacto que tardaría en recorrer la calle. Chase podia visualizarle siempre que quisiera, era su compañero en las largas horas de espera en su esquina.

A Chase le gustaba imaginar, le gustaba prever, le encantaba ver a las palomas volar y predecir donde se posarían o en quien se cagarian y no había mayor gozo para el que acertar en una de sus predicciones. Posiblemente por eso a Chase le gustaba tanto el hombre de marrón, era el primer humano al que podía comprender.  Chase comprendía al hombre de marran, sabia todo de el, cada uno de sus movimientos, por tanto, Chase pensaba, el hombre de marrón también le comprendería a el. Su comprensión era solo el principio de una profunda comprensión mutua. El hombre de marrón se interesara en él tanto como el se interesa en el hombre de marrón. Serían amigos, amigos verdaderos. Chase le contara de sus días en el extranjero, de maravillas que no imagina y el hombre de marrón con ojos como platos le mirara ansioso de mas detalles e incapaz de responder. Chase hablara y hablara y el hombre de marrón le escuchara hasta que sienta la necesidad de ir a comprar dos sandwiches y una ensalada que compartirán. Chase le enseñaría sus defectos, todos sus defectos y se quitarían todas las mascaras, eso que solo puedes hacer con los verdaderos amigos. 

La imagen en su mente con dos hombres devorando una ensalada junto a su tienda de campaña al lado del rio se desvaneció cuando vio venir al hombre de marrón. Chase miro al cielo, sí, el sol estaba en el lugar habitual, era la hora. Hoy tenía que ser el día, hoy cambiaría la vida del hombre de marrón.

Continua con la historia de Chase y el hombre de marron
Algo le espera al hombre de marron hoy en la tienda




Saturday, April 19, 2014

La niña del bosque


No era ni siquiera un pueblo, mas bien una villa, no, mas bien unas casas en medio del bosque. La naturaleza se infiltraba tanto en la vida de los hombres y mujeres que vivian allí como estos se infiltraban en la naturaleza, solo tenían unas pocas gallinas y un pequeño huerto, todo lo demás lo proveía su entorno.
La gente llevaba una vida donde no faltaban los problemas y las penas pero también con grandes alegrías y descubrimientos.

Una niña corría desnuda y descalza por la calle de barro cuando uno de los visitantes la paró. El visitante le ofreció unas sandalias de esparto, para que no le dolieran tanto los pies al andar. La niña se fue muy contenta.

Al día siguiente la niña pasó por el mismo sitio y el visitante le ofreció un vestidito muy sencillo, para que no se dañara la piel con las ramas.
La niña fue a ver al visitante esa misma tarde y recibió una bonita cinta para el pelo.

La niña siguió visitando al desconocido, éste siempre tenía algo para la niña, que se lo ponía inmediatamente.  Las sandalias de esparto se convirtieron zapatos de madera más duraderos, en sandalias de cuero más cómodas, en botas más protectoras, en zapatillas más llevaderas, en zapatos con tacón más impotente y finalmente en bellísimos zapatos de tacón.  De la misma manera evoluciono el vestido que ahora era de seda con cuello y mangas de pelo de animal. Ademas ya no era vestido sino que la niña llevaba guantes, medias, brazaletes, pulseras, anillos, varias diademas y otra parafernalia. 

El peso esa insoportable para su pequeño cuerpo y andar en tacones le deformaba la postura, tenia dolores horribles, pero no podia dejar de ir a recibir nuevos regalos. El vestido se convirtió en un vestido mas largo y que protegía de los rayos ultravioleta. Que importante era protegerse del sol y la niña no lo sabia, en seguida consiguió un parasol aunque ya se estaba protegiendo la cara con una bufanda y la cabeza con un velo. pero por si acaso  no iría a ningún sitio sin su parasol!

La niña empezó a tener dolores pero siguió recibiendo mas regalos, ya no quería respirar el aire si no era a través de su mascara purificadora, había perdido la noción de cuantas cosas llevaba encima, su brazo derecho todavía tenia cierta libertad pero hacia tiempo que no sabia donde estaba su brazo izquierdo ni lo podia mover. Un día empezó a oler mal a su izquierda, su brazo ya no estaba vivo pero no le importaba porque nadie podría verlo! Desde fuera todo seguía reluciente, especialmente con la nueva capa de papel de oro que llevaba!
Tiempo después la niña empezó a no poder andar, los tacones y el peso eran insoportables, el visitante le dio una silla de ruedas y la niña siguió viviendo cada vez mas aislada, nuevos tejidos mas finos aliviaron su peso, sensores eléctricos la ayudaron a mantener contacto con el mundo exterior que estaba ya a varias capas de distancia, mandos controlaban la silla , su vida nunca había sido más fácil! El visitante le dio productos para alimentarla a través de tubos, nuevos materiales le permitían respirar a través de su ropa e incluso aliviar algo del peso.

Según los días y los meses pasaron la niña fue creciendo pero siempre débil y enferma, cada vez más enferma aunque recibía medicinas cada vez mejores y más avanzadas. Pero no parecía que pudieran evitar lo inevitable. Los habitantes de la aldea se preocupaban y pedían a niña que saliera de su burbuja y jugara con ellos pero la niña solo podía vivir en esta cómoda burbuja, jamás podría volver a poner sus pies en la tierra, además de que le dolían demasiado! La niña también estaba preocupada y a veces preguntaba al visitante y recibía un vestido que dejaba entrar un poco de luz o un filtro de aire que funcionaba mejor y con menos peso para su pobre peso, pero estas mejoras llegaron muy tarde para la débil niña. 

La niña sabiendo su final cercano se fue al bosque, oculta de todos, sobre todo del visitante. Del que por fin entendía que ningún regalo la podría salvar.

La niña toco el botón que abría su envoltorio y usando todas sus fuerzas se puso de pie, sintió el mundo en su plenitud otra vez después de muchos meses, el aire del bosque, la luz del sol directa. La niña comprendió que este aire podía curarla, que el sol podía darle lo que necesitaba. Solo tenia que salir de su silla al bosque, a la orilla del rio que tenía enfrente, la solución a su enfermedad estaba enfrente suya.
Pero la niña tuvo miedo, los insectos, las salamandras, los ruidos, los olores, lo ahora ya incomprensible. El horror de pisar con su propio pie y no saber que habría debajo, de tomar un agua que no ha sido tratada, destilada y preparada para consumo, el horror de tocar algo. La niña acobardada se volvió a sentar y apretó el mismo botón, estaba a salvo del bosque en su coraza, y allí su tiempo se le acababa ya. 

Las fuerzas le flaqueaban, pronto no se tendría que preocupar del mundo exterior más, algún día pequeños mamíferos, pájaros y pequeños insectos romperían su envoltorio y ella misma acabaría como alimento de árboles y plantas, esos árboles y plantas que le susurraban canciones del viento en esos los días tan difíciles y felices de su vida.